Nunca pensé que algo así pudiera pasarme. Siempre había sido cuidadosa, responsable y consciente de mi entorno. Pero aquel día todo cambió en un abrir y cerrar de ojos.
Recuerdo perfectamente el momento. Iba conduciendo por una carretera tranquila, un día soleado de verano. La música sonaba suavemente en la radio y yo disfrutaba del paisaje. De repente, un coche en dirección contraria se desvió bruscamente hacia mi carril. No tuve tiempo de reaccionar.
El impacto fue fuerte. El coche dio varias vueltas y yo salí despedida por la ventana. Lo siguiente que recuerdo es despertar en el hospital, rodeada de médicos y enfermeras.
La pesadilla había comenzado.El accidente me dejó heridas graves en la columna vertebral, el brazo y la pierna. Tuve que someterme a varias cirugías y meses de rehabilitación. El dolor era insoportable y la ansiedad constante. No podía creer que mi vida hubiera dado un giro tan drástico.
Pero en medio de la oscuridad, encontré una luz. Mis familiares y amigos estuvieron a mi lado en todo momento. Me dieron fuerza, me apoyaron y me cuidaron con todo su amor.
Poco a poco, con paciencia y perseverancia, fui recuperando la movilidad. El camino fue duro, pero estaba decidida a superar todas las adversidades.
El accidente cambió mi vida para siempre, pero también me hizo más fuerte y agradecida. Aprendí que la vida es frágil y que debemos aprovechar cada momento.
Hoy, vivo una vida plena. No puedo hacer todo lo que hacía antes, pero he encontrado nuevas pasiones y formas de disfrutar la vida.
¿Qué aprendí de esta experiencia?Si estás pasando por un momento difícil, recuerda que no estás solo. Hay personas que se preocupan por ti y que quieren ayudarte. No te rindas, sigue adelante y lucha por tus sueños.
¡La vida es demasiado corta como para desperdiciarla en lamentaciones!