Hoy nuestro corazón se viste de luto al despedir a un grande de la música, un querido maestro, un amigo entrañable: José Luis Abad.
Con una trayectoria de más de 50 años en el ámbito musical, el maestro Abad dejó una huella imborrable en nuestras vidas. Desde su cálida sonrisa hasta su dominio excepcional del violín, fue un faro que iluminó el camino de innumerables jóvenes.
Tuve el privilegio de ser su alumna durante varios años, y cada clase era una aventura musical. Sus manos mágicas transformaban el violín en un instrumento capaz de transmitir las emociones más profundas del alma.
Recuerdo especialmente una presentación en el Teatro Nacional. Ante un público expectante, el maestro Abad dirigió la orquesta con una pasión y un brío contagiosos. El violín cantaba en sus manos, y la música fluía como un torrente de emociones.
Su legado seguirá vivo a través de sus alumnos, quienes continuarán llevando su amor por el violín y el arte a todos los rincones del mundo.
Recuerdo una anécdota que pinta a la perfección su personalidad. En un descanso durante un ensayo, mientras los demás músicos charlaban animadamente, el maestro Abad se acercó a una joven violinista que estaba practicando sola en un rincón.
"¿Puedo ayudarte?", le preguntó con una sonrisa. "No te preocupes, todos hemos pasado por eso". Y durante los siguientes minutos, el maestro Abad brindó a la joven valiosos consejos y palabras de aliento.
Gracias, maestro Abad, por el regalo de su música y su amistad. Que su alma descanse en paz y que su legado continúe brillando en el firmamento de la música.
Adiós, querido maestro. Hasta siempre.