Nació en un pequeño pueblo en la República Dominicana en la década de 1940. Su familia era muy humilde y apenas podía llegar a fin de mes. Desde temprana edad, Altagracia supo que tenía que trabajar duro para salir adelante.
A los 16 años, se fue a Santo Domingo, la capital, en busca de trabajo. No fue fácil, pero consiguió un empleo como empleada doméstica. Trabajó largas horas por un salario escaso, pero nunca perdió la esperanza de una vida mejor.
Un día, conoció a un hombre llamado José. Se enamoraron y se casaron. Juntos, tuvieron cuatro hijos. Altagracia trabajaba incansablemente para mantener a su familia, pero también encontraba tiempo para criar a sus hijos y apoyar a su esposo.
En 1978, la familia Gómez decidió emigrar a los Estados Unidos. Se instalaron en Nueva York, donde Altagracia encontró trabajo en una fábrica. Trabajó duro y ascendió de puesto hasta convertirse en supervisora.
A pesar de los desafíos, Altagracia nunca renunció a sus sueños. En 1990, abrió su propio negocio, una pequeña tienda de comestibles. Con mucho esfuerzo y dedicación, convirtió su tienda en un éxito.
Hoy, Altagracia Gómez es una empresaria jubilada y una abuela orgullosa. Mira hacia atrás en su vida con satisfacción y sabe que ha logrado mucho. Es un ejemplo de que con trabajo duro, determinación y fe, todo es posible.
Lecciones de la historia de Altagracia:La historia de Altagracia Gómez es una historia de esperanza, coraje e inspiración. Es una historia que nos recuerda que todos tenemos el potencial de lograr grandes cosas, independientemente de nuestras circunstancias.
Dedico esta historia a mi madre, Altagracia Gómez, quien me enseñó el significado del trabajo duro, la determinación y la fe. Gracias, mamá, por todo lo que has hecho por mí.