Amia, esas cuatro letras que resuenan en la memoria colectiva argentina como un símbolo lacerante de injusticia y dolor. El 18 de julio de 1994, un cobarde atentado terrorista segó la vida de 85 personas inocentes y dejó un rastro imborrable de heridas en la sociedad argentina.
Yo tenía solo 10 años cuando ocurrió la tragedia. Recuerdo vívidamente la conmoción y el miedo que se apoderaron de todos. Veíamos las imágenes en la televisión, llenos de angustia e impotencia. ¿Cómo era posible tanta crueldad? ¿Por qué habían atacado a personas inocentes?
Años después, me enteré de la maraña de encubrimientos e irregularidades que rodearon la investigación del atentado. La pista iraní fue descartada inexplicablemente, se acusó falsamente a inocentes y se protegió a los verdaderos responsables.
La impunidad que ha reinado durante todos estos años es una afrenta a la memoria de las víctimas y sus familiares. El Estado argentino ha fallado en su obligación de hacer justicia y garantizar el derecho a la verdad. El dolor y la indignación continúan latentes, un recordatorio constante de que vivimos en una sociedad marcada por la injusticia.
Testimonio de una supervivienteTuve el privilegio de conocer a una superviviente del atentado, una mujer valiente que compartió conmigo su testimonio desgarrador. Me contó cómo perdió a su hermana y a su mejor amiga aquel trágico día.
Sus palabras me dejaron una profunda huella. Me hicieron comprender el verdadero impacto del terrorismo, el dolor indecible que deja en las víctimas y sus seres queridos. Esta mujer, que debería haber tenido toda una vida por delante, ahora vivía con el peso de la tragedia y la rabia hacia quienes la habían arrebatado.
La impunidad que rodea el atentado a la AMIA es una herida abierta que no deja de sangrar. Es un cáncer que corroe la democracia y la justicia argentina. El Estado tiene la obligación moral de investigar a fondo y llevar a los responsables ante la justicia.
Las víctimas y sus familiares merecen saber la verdad, merecen justicia. La sociedad argentina merece vivir en un país donde el terrorismo no quede impune y la justicia prevalezca sobre la impunidad.
Hoy, quiero hacer un llamado a la conciencia de todos los argentinos. No podemos seguir siendo cómplices de la injusticia. Tenemos la responsabilidad de exigir verdad y justicia para las víctimas de AMIA. Debemos presionar al Estado para que cumpla con su obligación y ponga fin a la impunidad que ha reinado durante demasiado tiempo.
El aniversario del atentado a la AMIA es una oportunidad para reflexionar sobre el pasado y mirar hacia el futuro. Es hora de romper el ciclo de violencia e impunidad que ha marcado la historia argentina. Es hora de construir una sociedad más justa y equitativa, donde el terrorismo y la injusticia no tengan cabida.
Recordamos a las víctimas, exigimos justicia.