Muchas son las metáforas que se han empleado para calificar la figura del poeta Antonio Machado: caminante, espejo de su tiempo, faro de la lírica española... Todas ellas son ciertas, pero ninguna llega a abarcar la complejidad y la grandeza de este gran escritor sevillano.
Machado nació en 1875 en el seno de una familia acomodada. Su padre, Antonio Machado Álvarez, era un destacado folclorista y su madre, Ana Ruiz, una mujer profundamente religiosa. Estos dos factores marcarán profundamente la vida y obra del poeta.
El caminanteUna de las imágenes más conocidas de Machado es la del caminante. El poeta se ve a sí mismo como un viajero solitario que camina por los caminos de la vida, buscando siempre algo que no acaba de encontrar. Este sentimiento de desasosiego y búsqueda constante se refleja en muchos de sus poemas, como en estos versos de "Proverbios y cantares":
Machado también fue un gran testigo de su tiempo. Vivió una época convulsa, marcada por la Guerra Civil española y la posterior dictadura franquista. Su poesía refleja el dolor y la desesperanza de su pueblo, pero también su esperanza en un futuro mejor. En "España en paz", por ejemplo, escribe:
La poesía de Machado ha sido una fuente de inspiración para generaciones de poetas posteriores. Su obra es un faro que ilumina el camino de la lírica española. En sus versos encontramos belleza, sabiduría y verdad. Es un poeta que nos ayuda a entender el mundo y a nosotros mismos.
Antonio Machado murió en el exilio en Collioure (Francia) en 1939. Su tumba es un lugar de peregrinación para todos aquellos que aman su poesía. Allí, junto al mar, reposan los restos del poeta que nunca dejó de caminar, del testigo de su tiempo, del faro de la lírica española.
"Hoy es siempre todavía"
(Antonio Machado)