Armero



Cuando pienso en Armero, siempre me acuerdo de la historia de Omayra Sánchez, una niña de 13 años que quedó atrapada bajo los escombros de la erupción del Nevado del Ruiz el 13 de noviembre de 1985. Durante 60 horas, Omayra permaneció sumergida hasta el cuello en aguas contaminadas, con su pierna aplastada por una losa de hormigón. Los equipos de rescate lucharon incansablemente para liberarla, pero sus esfuerzos fueron en vano. Finalmente, Omayra falleció el 16 de noviembre, ante la impotencia de todos los presentes.

La tragedia de Armero fue una de las peores catástrofes naturales en la historia de Colombia. Más de 25.000 personas murieron, y la ciudad fue completamente destruida. La erupción del volcán desató un torrente de lodo y escombros que arrasó con todo a su paso, sepultando casas, edificios y personas.

Hoy, Armero es una ciudad fantasma, un testimonio silencioso de la fuerza destructiva de la naturaleza. Los únicos habitantes son unos pocos cientos de sobrevivientes, que regresaron a sus hogares a pesar de los dolorosos recuerdos que los atormentan.

La historia de Armero es un recordatorio de la importancia de estar preparados para los desastres naturales. También es un recordatorio del poder de la esperanza, incluso en los momentos más oscuros. Omayra Sánchez se convirtió en un símbolo de fortaleza y resiliencia, y su historia continúa inspirando a personas de todo el mundo.

Que nunca olvidemos la tragedia de Armero y las lecciones que podemos aprender de ella.