Según la mitología, Atalanta nació como hija del rey Iasio de Arcadia y de la ninfa Clímene. Desde muy pequeña, mostró una fuerza y un atletismo extraordinarios. Su padre, temiendo que su inusual naturaleza femenina la convirtiera en un objeto de burla, la abandonó en el Monte Partenio.
Pero los dioses velaban por Atalanta. Una osa la amamantó y la crió como si fuera su propia hija. Con el paso del tiempo, se convirtió en una cazadora y corredora excepcional, superando incluso a los hombres más rápidos.
La fama de Atalanta se extendió por toda Grecia. Muchos pretendientes acudieron a pedir su mano en matrimonio, pero ella se negaba a casarse con ninguno que no pudiera vencerla en una carrera a pie. Y es que Atalanta había jurado permanecer virgen hasta que un mortal pudiera superarla.
Un joven llamado Hipómenes aceptó el desafío. Con la ayuda de la diosa Afrodita, que le dio tres manzanas doradas, Hipómenes pudo distraer a Atalanta durante la carrera. Lanzando las manzanas al suelo, la indujo a detenerse para recogerlas, dándole así la ventaja necesaria para ganar.
Sin embargo, el triunfo de Hipómenes fue efímero. Olvidando su promesa a Afrodita, la pareja se entregó a sus pasiones en un templo sagrado, enfureciendo a la diosa. Como castigo, Afrodita los transformó en leones y los unció a su carro.
El simbolismo de Atalanta