Todo empezó allá por el año 1974, cuando ambos equipos se enfrentaron en la final del Torneo Nacional. Banfield era el favorito, pero Talleres dio la sorpresa y se quedó con el título. Sin embargo, en vez de desatar la ira de los hinchas de Banfield, lo que sucedió fue todo lo contrario. Los hinchas del Taladro aplaudieron y felicitaron a los cordobeses, reconociendo su triunfo.
Desde aquel día, entre ambos clubes se forjó un vínculo de respeto y amistad que ha perdurado en el tiempo. No hay rivalidad entre ellos, sino todo lo contrario: una especie de camaradería que se refleja tanto dentro como fuera de la cancha.
Esta amistad se hace patente en cada partido que juegan. No hay insultos, ni cánticos ofensivos. Solo hay respeto y deportividad en un ambiente que lamentablemente se está volviendo cada vez más raro en el fútbol argentino.
El "Clásico sin rivalidad" es un ejemplo de que es posible competir sin odiar, y de que la amistad puede traspasar incluso las fronteras del fútbol. Este fin de semana, cuando Banfield y Talleres se enfrenten una vez más, no esperen un partido lleno de violencia y odio. Esperen un partido lleno de respeto, amistad y, sobre todo, buen fútbol.