No es un titular muy llamativo, ¿verdad? Pero créeme, esta historia es cualquier cosa menos aburrida.
Era un día normal en la ciudad, y yo estaba caminando por la calle, totalmente absorto en mis propios pensamientos. De repente, escuché un fuerte ruido detrás de mí. Me giré y vi un furgón blindado que salía con fuerza de un banco cercano.
En ese momento, el tiempo pareció detenerse. El furgón blindado se dirigió directamente hacia mí y no tuve tiempo de apartarme. Cerré los ojos y esperé lo peor.
Pero entonces ocurrió algo extraño. El furgón blindado se detuvo abruptamente a unos centímetros de mí. Abrí los ojos y vi al conductor mirándome fijamente.Se bajó del furgón blindado y se me acercó. Era un hombre grande y fornido, con una expresión amable en su rostro.
"¿Estás bien, joven?" me preguntó.
"Sí, gracias", tartamudeé. "Casi me atropella".Nos quedamos allí parados por un momento, mirándonos el uno al otro. Entonces, el conductor sonrió.
"Bueno, supongo que tenemos suerte de que no te haya atropellado", dijo.
Me reí.
"Sí, supongo que sí", dije.
El conductor volvió a subir a su furgón blindado y se alejó. Me quedé allí de pie, sintiendo una oleada de gratitud. No solo me había salvado la vida, sino que también me había hecho reír.
Cuando pienso en ese día, no puedo evitar sonreír. Fue un extraño encuentro que nunca olvidaré. Me enseñó que incluso en los momentos más aterradores, siempre hay algo por lo que estar agradecido.
Y me enseñó que incluso los conductores de furgones blindados pueden ser héroes.