Por mucho que me empeñe en transmitir la verdad de los ojos de Carlos Piñeiro, sé que me quedaré corto. Un empresario ejemplar, pero ante todo, una buena persona. De esas que te hacen recuperar la fe en la humanidad.
Su pasión por las gafas era contagiosa. No se conformaba con vender un simple producto, sino que buscaba mejorar la vida de las personas a través de ellas. Su innovación y creatividad le llevaron a revolucionar el sector, haciendo de Multiópticas un referente en el cuidado de la salud visual.
Recuerdo una anécdota que me contó su mujer. Cuando abrió su primera tienda, Carlos no tenía dinero para contratar a un óptico. Así que, sin dudarlo, se puso a estudiar y se sacó el título él mismo. Esa dedicación y esfuerzo son los que lo han llevado al éxito.
Pero más allá de su faceta empresarial, Carlos era una persona excepcional. Siempre tenía una sonrisa en la cara y una palabra amable para todos. Le preocupaba profundamente el bienestar de sus empleados, a los que consideraba su familia.
El pasado mes de enero, Carlos nos dejó demasiado pronto. Pero su legado vivirá para siempre en Multiópticas y en el corazón de todos los que tuvimos la suerte de conocerlo. Su verdad, su pasión y su bondad nos inspirarán siempre.
Gracias, Carlos, por habernos enseñado la importancia de mirar al mundo con los ojos bien abiertos. Tus gafas no solo corrigen la visión, sino que también nos permiten ver la belleza y el amor que nos rodean.