Castellón-Málaga, un viaje inolvidable




Como amante empedernido de los viajes, no podía dejar pasar la oportunidad de emprender una aventura por la costa mediterránea española, uniendo dos ciudades llenas de encanto e historia: Castellón y Málaga.
Mi viaje comenzó en la vibrante Castellón, una ciudad costera conocida por sus impresionantes playas y su fascinante casco antiguo. Me alojé en un acogedor hotel en el corazón de la ciudad, lo que me permitió explorar sus encantadores rincones a pie.
Tras un relajante paseo por el Paseo Ribalta, admirando la arquitectura modernista de sus edificios, me dirigí al Mercado Central, un animado mercado lleno de productos frescos y delicias locales. El aroma a pescado fresco y especias llenó mis sentidos, despertando mi apetito.
Por la tarde, visité el Museo de Bellas Artes de Castellón, donde quedé cautivado por su impresionante colección de arte español. Obras maestras de Sorolla, Miró y Picasso me dejaron sin aliento, transportándome al mundo de la imaginación y la creatividad.
Al día siguiente, tomé un tren hacia Málaga, una ciudad portuaria con un pasado árabe y un presente cosmopolita. El viaje en tren transcurrió rápidamente, ofreciéndome vistas panorámicas de la costa mediterránea.
En Málaga, me instalé en un hotel boutique en el barrio histórico de El Perchel. La ubicación era perfecta, a tiro de piedra de la Catedral de Málaga, una impresionante estructura renacentista que dominaba el horizonte de la ciudad.
Me adentré en el laberinto de calles estrechas del casco antiguo, descubriendo encantadoros patios ocultos, tiendas de antigüedades y acogedoras tabernas. El aroma a azahar y el sonido de las guitarras flamencas crearon una atmósfera mágica.
Por la tarde, visité el Museo Picasso, que alberga una de las mejores colecciones del artista malagueño. Admiré sus obras tempranas, llenas de experimentación y vitalidad, así como sus pinturas de su período azul y rosa, que evocaban una sensación de melancolía y esperanza.
El siguiente día, me escapé al Castillo de Gibralfaro, una imponente fortaleza situada en lo alto de una colina. Las impresionantes vistas de la ciudad y la bahía de Málaga me dejaron sin palabras. Allí, también visité el Teatro Romano, un antiguo anfiteatro que había recuperado la vida como lugar de espectáculos.
Mi aventura por Castellón y Málaga llegó a su fin, pero los recuerdos de sus encantos y la amabilidad de su gente permanecerán conmigo para siempre. Estas dos ciudades costeras, cada una con su personalidad única, han tejido una historia de arte, cultura e historia que espero compartir con el mundo.