Ceballos




En medio de la frondosa vegetación del bosque, donde el canto de los pájaros se mezclaba con el suave murmullo del agua, habitaba un pequeño ciervo llamado Ceballos. Sus grandes ojos oscuros brillaban con una inteligencia inusual, y sus delgadas patas lo llevaban a través de los estrechos senderos con agilidad y gracia.


Ceballos era un cervatillo solitario. No se sentía cómodo en las grandes manadas que lo rodeaban, prefiriendo la tranquilidad de su propio espacio. Sus días transcurrían tranquilamente, explorando los alrededores del bosque y buscando comida.


Sin embargo, la vida de Ceballos dio un giro inesperado cuando se encontró con un grupo de humanos que habían venido a cazar en el bosque. Los cazadores, armados con rifles y cuchillos, perseguían a los animales del bosque sin piedad. Ceballos, aterrorizado, huyó por su vida, su corazón latiendo con fuerza en su pecho.


  • Los cazadores iban tras él, sus voces resonando a través de la espesura. Ceballos corría con todas sus fuerzas, sus patas le ardían de cansancio.


  • De repente, Ceballos tropezó y cayó al suelo. Los cazadores se abalanzaron sobre él, sus rostros pintados con una crueldad que lo heló hasta los huesos. Ceballos cerró los ojos, esperando el golpe fatal.


    Pero el golpe nunca llegó. Cuando Ceballos abrió los ojos, vio a una mujer humana parada frente a los cazadores, sus ojos llenos de ira y determinación.


    "¡Basta!", gritó la mujer. "No tenéis derecho a quitarle la vida a este animal inocente".


    Los cazadores se burlaron de la mujer, pero ella no se inmutó. Se interpuso entre ellos y Ceballos, protegiéndolo con su propio cuerpo.


    Los cazadores dudaron por un momento, sorprendidos por la valentía de la mujer. Luego, uno a uno, dieron media vuelta y se alejaron, su presa olvidada.


    Ceballos observó con asombro cómo la mujer lo conducía a un lugar seguro en el bosque. Mientras caminaban, Ceballos sintió un profundo agradecimiento por la mujer que le había salvado la vida.


    A partir de ese día, Ceballos ya no fue un ciervo solitario. Encontró consuelo y protección en la mujer, quien lo cuidó y lo amó como si fuera su propio hijo.


    Y así, en medio del bosque, donde la vida y la muerte bailaban en un equilibrio delicado, Ceballos y su salvadora humana encontraron la armonía y la paz en su inesperada amistad.