Queridos lectores, hoy me embarco en un viaje virtual que nos llevará a descubrir las conexiones fascinantes entre Colombia y Rumania, dos países separados por océanos pero unidos por un hilo invisible de historia, cultura y amistad.
Todo comenzó con una intrigante invitación: un festival de música en Bucarest, la cautivadora capital de Rumania. Con el corazón lleno de curiosidad, empaqué mis maletas y me dispuse a cruzar el Atlántico.
Al llegar a Bucarest, me encontré inmersa en un mundo de arquitectura elegante, parques verdes y una escena cultural vibrante. Mientras paseaba por las calles empedradas, no pude evitar notar las similitudes con mi querida Bogotá. Ambas ciudades rezumaban historia y encanto, con un elegante equilibrio entre lo antiguo y lo moderno.
Pero el verdadero tesoro de este encuentro fue la gente. Conocí artistas, músicos, estudiantes y ciudadanos comunes que me enseñaron el verdadero significado de la amistad. Aprendí sobre el orgullo y la resiliencia del pueblo rumano, y me inspiré en su espíritu indomable.
Al despedirme de Bucarest, me llevé conmigo mucho más que recuerdos. Llevaba un corazón lleno de gratitud y aprecio por la conexión inesperada entre Colombia y Rumania. Estos dos países, tan distantes geográficamente, habían tejido un tapiz de amistad e intersección cultural que me había enriquecido profundamente.
Queridos lectores, los invito a abrazar el poder de las conexiones humanas y culturales. Salgamos de nuestras zonas de confort, exploremos lo desconocido y descubramos los tesoros ocultos que nos esperan en los lugares más inesperados. ¡El mundo está lleno de sorpresas y amistades únicas esperando a ser descubiertas!