Su habilidad con el balón era asombrosa. Sus regates rápidos y sus potentes disparos lo convertían en un oponente temible. Pero más allá de su habilidad técnica, Carrillo poseía un espíritu competitivo y un liderazgo que inspiraba a sus compañeros de equipo. Fue el capitán del equipo nacional mexicano y los guió a gloriosas victorias en torneos internacionales.
Uno de los momentos más icónicos de la carrera de Carrillo fue el gol que anotó en la final de la Copa América en 1999. Con el tiempo agotándose, tomó el balón en el centro del campo y corrió hacia la meta contraria, dejando atrás a innumerables defensores. Su disparo preciso selló la victoria para México, convirtiendo ese gol en un momento imborrable en la historia del fútbol.
Pero Carrillo no era solo un futbolista; era un embajador del deporte.Promovió el juego en comunidades desfavorecidas, inspirando a innumerables jóvenes a soñar con convertirse en futbolistas profesionales. También fue un defensor incansable de causas sociales, utilizando su plataforma para abogar por la igualdad y la justicia.
Transformó el fútbol mexicano, inspiró a generaciones de jugadores y dejó un impacto duradero en la sociedad mexicana. Su nombre quedará para siempre grabado en los anales de la historia del deporte como uno de los grandes de todos los tiempos.
Hoy, Carrillo continúa siendo una figura venerada, un ídolo para los aficionados al fútbol y un modelo a seguir para todos los que aspiran a la grandeza.