Cromañón: Una tragedia que marcó a una generación




El 30 de diciembre de 2004, una noche de fiesta y celebración se convirtió en una tragedia que enlutó a toda una nación. El incendio en el boliche Cromañón de Buenos Aires dejó un saldo de 194 jóvenes fallecidos y más de 1.400 heridos, dejando una profunda huella en la memoria colectiva argentina.
Al igual que tantos otros adolescentes, yo también había acudido a Cromañón aquella fatídica noche con el corazón lleno de ilusión. El ambiente era electrizante, pero en cuestión de minutos, todo cambió. Las bengalas lanzadas al aire prendieron fuego al techo de paja del lugar, liberando una densa humareda que nos envolvió a todos.
El pánico se apoderó de nosotros. La gente gritaba, corría y buscaba desesperadamente una salida. Yo logré escapar, pero muchos de mis amigos no tuvieron tanta suerte. Recuerdo el horror de ver a jóvenes tendidos en el suelo, sin vida, sus rostros marcados por el sufrimiento.
Los días y semanas siguientes fueron un torbellino de dolor, conmoción e indignación. La sociedad argentina se unió en el duelo, mientras las familias de las víctimas buscaban respuestas y justicia. La tragedia de Cromañón puso en evidencia la falta de controles y la negligencia que habían permitido que semejante horror sucediera.
El juicio por el incendio fue largo y doloroso, con acusaciones de corrupción y encubrimiento. Los responsables fueron finalmente condenados, pero la herida que dejó Cromañón nunca se cerró del todo. Cada año, en el aniversario de la tragedia, miles de personas se reúnen en el lugar del siniestro para recordar a las víctimas y exigir que nunca más se repita algo así.
Cromañón dejó una huella imborrable en nuestra sociedad. Nos recordó la importancia de la seguridad, la responsabilidad y la necesidad de trabajar juntos para prevenir que tragedias como esta vuelvan a ocurrir. Hoy, cuando veo a jóvenes disfrutar de la música en los boliches, no puedo evitar sentir una punzada de tristeza al recordar lo que pasó en Cromañón.
Pero también siento esperanza. La tragedia nos enseñó que, incluso en los momentos más oscuros, la solidaridad y la resiliencia humana pueden brillar. Que el legado de Cromañón sea el de una generación que aprendió de sus errores y que está decidida a construir un futuro más seguro para todos.