Cuando empieza el invierno




Mientras las hojas me acarician al caer,
susurro un saludo al invierno al llegar.
El gélido aliento del viento me roza la piel,
trazando un sendero de escalofríos, sin querer.
La tierra se viste de blanco terciopelo,
cubriendo la hierba con un manto de hielo.
Los árboles desnudos se yerguen como espectros,
dibujando figuras etéreas en sus contornos.
El frío agazapado, aguarda en acecho,
saboreando el silencio del mundo en barbecho.
La nieve, suave y silenciosa, cae del cielo,
en una danza hipnótica que pinta el suelo.
El fuego crepita en la chimenea, acogedor,
invitándome a acurrucarme, a estar a salvo y a soñar.
El calor me envuelve, reconfortando mi ser,
mientras fuera el invierno pinta un cuadro de ayer.
Los copos de nieve, ligeros como el pensamiento,
bajan volando, un ballet de ensueño y portento.
Cubren tejados y calles, un manto de pureza,
transformando el mundo en una postal de belleza.
Pero no todo es frialdad en esta estación,
pues el amor florece, una cálida emoción.
Bajo el muérdago, los besos son más dulces,
compartiendo calor en medio de los embates.
El invierno es tiempo de reflexión y de reposo,
de mirar hacia dentro y abrazar el sosiego.
Es hora de soñar, de escribir poemas y de leer,
y de encontrar la paz en lo que aún podemos creer.
Así pues, bienvenido seas, invierno, con tu frío y tu encanto,
nos enseñas la belleza incluso en el espanto.
Mientras las hojas caen y la nieve cubre el suelo,
hallamos en ti un refugio, un consuelo pleno.