El pasado 22 de octubre, Tarragona se vio azotada por una potente DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que dejó tras de sí una estela de daños y una lluvia torrencial que no se veía en años. La provincia fue declarada zona catastrófica y el gobierno central movilizó a la Unidad Militar de Emergencias (UME) para ayudar en las labores de limpieza y rescate. Los bomberos de Tarragona trabajaron sin descanso durante horas para atender las numerosas llamadas de auxilio, que superaron las 200 en apenas 24 horas. Los daños en infraestructuras y viviendas fueron cuantiosos, y muchas familias se vieron obligadas a abandonar sus hogares.
Yo misma me encontraba en Tarragona aquella noche, y pude presenciar de primera mano la fuerza de la tormenta. El cielo se oscureció repentinamente y el viento comenzó a rugir con fuerza, sacudiendo los árboles y haciendo volar objetos por los aires. La lluvia caía con tanta intensidad que apenas se veía a unos metros de distancia, y los coches circulaban con las luces de emergencia encendidas para evitar accidentes.
El agua se acumuló rápidamente en las calles, formando torrentes que arrastraron contenedores, coches y todo lo que encontraban a su paso. Los bajos de muchos edificios quedaron inundados, y numerosos vehículos quedaron atrapados en las vías inundadas. La situación era caótica y muchos vecinos se vieron desbordados por la rapidez con que se sucedieron los acontecimientos. El servicio de electricidad y de telefonía se interrumpió en varios barrios, dejando a cientos de personas incomunicadas.
Afortunadamente, no se produjeron víctimas mortales en Tarragona ciudad, aunque sí se lamentaron varios heridos leves. Los daños materiales, sin embargo, fueron cuantiosos, y muchas familias y empresas se vieron afectadas por el temporal. Las autoridades han comenzado a trabajar en la evaluación de los daños y en la puesta en marcha de las ayudas necesarias para los damnificados. La solidaridad de los vecinos y de las instituciones ha sido ejemplar, y se han organizado numerosas campañas de recogida de alimentos, ropa y otros enseres para ayudar a los afectados.
La DANA Tarragona ha sido un duro golpe para la provincia, pero también ha demostrado la fortaleza y el espíritu de colaboración de sus habitantes. Las lluvias torrenciales han dejado tras de sí un paisaje desolador, pero también han dejado al descubierto la gran capacidad de los tarraconenses para superar las adversidades y reconstruir lo que se ha perdido.