Siendo niña, siempre veía a los carabinero como figuras imponentes y algo distantes. Su imponente uniforme y su semblante serio me hacían pensar que estaban reservados solo para asuntos muy importantes.
Pero con el tiempo, mi percepción cambió. Una noche, mientras caminaba sola a casa desde la biblioteca, sentí unos pasos detrás de mí. El miedo se apoderó de mí, pero antes de que pudiera reaccionar, una voz tranquila y amable me dijo: "Buenas noches, joven. ¿Puedo acompañarla hasta su casa?"
Era un carabinero. Podía ver la preocupación en sus ojos, pero también su genuino deseo de ayudarme. Caminamos juntos, charlamos sobre la vida y descubrí que detrás de la placa había un ser humano cálido y compasivo.
Desde ese día, mi mirada hacia los carabineros cambió. Comencé a verlos no solo como agentes de la ley, sino como personas que se preocupaban por su comunidad. Como un amigo de mi barrio que ayudaba a los niños a cruzar la calle o una mujer que donaba su tiempo para trabajar en un comedor social.
Los carabineros están ahí para nosotros, en los mejores y en los peores momentos. Responden a nuestros llamados de emergencia, nos protegen de los peligros y ayudan a hacer de nuestras comunidades lugares seguros y habitables.
Detrás de cada uniforme hay una historia, una vida y un corazón dispuesto a servir. Son más que solo "carabineros". Son nuestros vecinos, amigos y protectores.
Los carabineros no son perfectos. Como cualquier institución, pueden cometer errores. Pero su compromiso de servir y proteger es inquebrantable. Son una parte esencial de nuestra sociedad, ayudando a construir un Chile más seguro y justo.
Valoramos a nuestros carabineros. Honremos su servicio y recordemos que detrás de cada placa hay un corazón humano.