¡Descubre el secreto detrás del herpes zóster!




¿Sabías que el herpes zóster es una enfermedad contagiosa? Sí, aunque suene sorprendente, esta afección puede transmitirse a través del contacto directo con la erupción cutánea. Es decir, si tienes un sarpullido doloroso y con ampollas, ¡mantente alejado de tus seres queridos!
¿Pero qué es exactamente el herpes zóster?
No es otra cosa que una reactivación del virus de la varicela-zóster, el mismo que causa la varicela. Una vez que nos recuperamos de la varicela, el virus permanece latente en el cuerpo, escondido en los nervios. Sin embargo, con el paso de los años o en situaciones de inmunodepresión, el virus puede reactivarse y provocar el herpes zóster.
¿Cuáles son los síntomas?
Lo más característico es el sarpullido, que suele aparecer en un lado del cuerpo y que evoluciona en cuatro etapas:
  • Pródromo: Hormigueo, picazón o dolor
  • Erupción cutánea: Ampollas llenas de líquido que se vuelven costrosas
  • Costras: Las ampollas se secan y forman costras
  • Cicatrización: Las costras se desprenden y dejan cicatrices
Además, el herpes zóster puede venir acompañado de:
  • Fiebre
  • Escalofríos
  • Fatiga
  • Dolor de cabeza
¡Atención! El herpes zóster puede afectar a los ojos y provocar graves problemas de visión. Si el sarpullido se acerca a tus ojos, ¡corre a un oftalmólogo!
¿Cómo se trata?
El herpes zóster no tiene cura, pero se puede controlar con medicamentos antivirales que ayudan a acelerar la curación y reducir el riesgo de complicaciones. También pueden recetarte analgésicos para el dolor y antiinflamatorios para las ampollas.
¡Prevenir es mejor que curar!
La mejor manera de evitar el herpes zóster es vacunarse. La vacuna contra la varicela también protege contra el herpes zóster, así que si no has sido vacunado contra la varicela, ¡hazlo cuanto antes!
En resumen:
El herpes zóster es una enfermedad contagiosa que puede causar un sarpullido doloroso y con ampollas. Es importante tratarlo a tiempo para controlar los síntomas y prevenir complicaciones. Y lo mejor de todo: ¡se puede prevenir con una vacuna!