Mi viaje a Cuba fue una experiencia que me cambió la vida. Desde el momento en que llegué a La Habana con su vibrante música y sus emblemáticos autos antiguos, quedé cautivada por el encanto de esta isla caribeña.
Paseé por las coloridas calles de Trinidad, y me maravillé con su arquitectura colonial y sus acogedores cafés. En Viñales, hice una excursión a caballo por los exuberantes valles tabacales, el aroma del tabaco llenando el aire.
Pero Cuba no es solo belleza natural e historia. El pueblo cubano es increíblemente cálido y acogedor. Compartí comidas con familias locales, escuché historias sobre su vida diaria y aprendí sobre su resiliencia y espíritu inquebrantable.
Visité monumentos históricos como el Castillo del Morro, testigo de conflictos pasados, y me sumergí en la vibrante escena artística de La Habana. Bailé salsa en clubes nocturnos animados, disfrutando de los ritmos infecciosos y la pasión que impregna la cultura cubana.
La comida cubana es un deleite único, desde el suculento lechón asado hasta la refrescante ropa vieja. Me deleité con los sabores tradicionales, saboreando cada bocado.
Mi viaje a Cuba fue más que unas simples vacaciones. Fue una exploración profunda de una cultura diferente, una apreciación de la belleza de la isla y una conexión con un pueblo extraordinario. Regresé a casa con un corazón lleno de recuerdos y un profundo amor por este país mágico.
Si estás pensando en viajar a Cuba, te animo encarecidamente a que lo hagas. Es un destino que te dejará una huella duradera y te hará apreciar la belleza y diversidad de nuestro mundo.