Paseo primero por sus calles empedradas y me cautiva su estampa marinera, con casas de piedra y balcones engalanados. Hay un ambiente de sosiego y armonía en el aire, como si el tiempo se hubiera detenido en Baiona.
Uno de los puntos más llamativos del pueblo es su puerto deportivo, un hervidero de actividad donde los barcos mecen sus velas al ritmo de las olas. Aquí, podemos deleitarnos con el trasiego de pescadores y marineros, y contemplar las embarcaciones de recreo que dan un toque de color al paisaje.
La historia de Baiona es tan rica como sus paisajes. Fue en este lugar donde la carabela Pinta trajo la noticia del descubrimiento de América, y hoy podemos visitar la réplica de este barco histórico en el puerto. Paseando por las calles, nos topamos con edificios emblemáticos como el castillo de Monterreal, que ofrece unas vistas panorámicas impresionantes.Pero Baiona no es solo historia; también es naturaleza. El pueblo está rodeado de playas de arena blanca y aguas cristalinas, como la playa de Santa Marta, ideal para darse un refrescante chapuzón en verano. Y para los amantes del senderismo, los alrededores de Baiona ofrecen rutas por la costa y el monte, como el sendero de San Juan, que nos lleva a la cima del monte Faro, desde donde tendremos unas vistas de postal.
Muchos dicen que lo mejor de Baiona es su gente, amable y acogedora. Siempre dispuestos a echarte una mano o a recomendarte un lugar que visitar. Es un pueblo donde se respira un ambiente familiar y donde uno se siente como en casa.
Mi consejo es que visiten Baiona en temporada baja, cuando el turismo masivo da una tregua y pueden disfrutar del pueblo con más tranquilidad. Encontraréis ofertas en alojamientos y restaurantes, y podréis dedicaros a pasear sin aglomeraciones.
Y ya para terminar, una reflexión: Baiona es mucho más que un destino turístico; es un lugar que se te graba en el corazón y al que siempre querrás volver. Es un pueblo que invita a soñar, a perderse en sus calles y a disfrutar del simple placer de vivir.