Don Rodo




Recuerdo aquella tarde de sol abrasador en la que fui a visitar a Don Rodo, el anciano carpintero del pueblo. Yo era un niño curioso y él, un maestro sabio dispuesto a compartir sus conocimientos. Su taller era un mundo mágico lleno de herramientas y maderas que parecían cobrar vida bajo sus hábiles manos.
Mientras Don Rodo me mostraba sus creaciones, me contó historias de antaño. Había sido un joven aventurero que recorrió el mundo, conociendo gente y aprendiendo técnicas que acabaron dando forma a su arte. Habló de los diferentes tipos de madera, de sus texturas y durezas, y de cómo cada una requería un trato distinto.

Me enseñó cómo afilar un cincel y cómo usarlo para tallar figuras intrincadas. Me explicó la importancia de la paciencia y la precisión, y me aconsejó que "las prisas solo llevan a errores".

Su pasión por la carpintería era evidente en cada palabra que decía. Era un artesano que encontraba belleza en la simplicidad de las cosas, y que creía que cada pieza que creaba tenía un alma propia.
  • Mientras observaba a Don Rodo trabajar, me di cuenta de que no solo era un carpintero, sino también un filósofo.
  • Me habló de la importancia de vivir en armonía con la naturaleza, de respetar los materiales que empleamos y de dejar una huella positiva en el mundo.
    Sus palabras resonaron en mí y me hicieron reflexionar sobre el verdadero significado del trabajo y la creatividad.
    • Pasé muchas tardes en el taller de Don Rodo, aprendiendo sobre carpintería y sobre la vida.
    • Era un maestro generoso que compartía sus conocimientos sin esperar nada a cambio.

    Don Rodo falleció hace ya algunos años, pero su legado sigue vivo en mi corazón. Sus enseñanzas me han ayudado a convertirme en un hombre trabajador y creativo, y siempre recordaré las valiosas lecciones que aprendí de un simple carpintero de pueblo.

    En un mundo donde todo se produce en masa y se desecha rápidamente, el arte de Don Rodo es un recordatorio de la importancia de la artesanía y la tradición. Sus creaciones, hechas con amor y cuidado, son un testimonio del espíritu humano y de nuestra capacidad para crear cosas bellas y duraderas.

    Gracias, Don Rodo, por compartir tu sabiduría y pasión conmigo. Tus enseñanzas han moldeado quién soy hoy y seguirán inspirándome para siempre.

    ¡Que sus herramientas sigan tallando sueños y que sus creaciones sigan llenando el mundo de belleza!