En el silencio de la noche, mientras el tren se deslizaba por las vías, un escalofrío recorrió mi columna vertebral. Había estado viajando solo en mi compartimiento, pero de repente, sentí una presencia invisible que me observaba. El aire era pesado y denso, como si un ser invisible acechara entre las sombras, esperando el momento oportuno para atacar.
Me levanté y miré a mi alrededor. El compartimiento estaba vacío, pero el sentimiento de inquietud persistía. Me acerqué a la puerta y la abrí con cuidado, asomando la cabeza al pasillo. Estaba desierto. Nadie más caminaba por el vagón.
Regresé a mi compartimiento y traté de calmarme, pero el miedo se negaba a desaparecer. Sentía como si algo malo estuviera a punto de suceder. Cerré la puerta con llave y me senté, tratando de pensar con claridad. ¿Había imaginado todo? ¿O realmente había un cuarto pasajero invisible en el tren?
Mientras pensaba, escuché un ruido extraño. Era un crujido suave, como si alguien estuviera caminando por el pasillo. Me levanté de un salto y corrí hacia la puerta, pero cuando la abrí, no vi a nadie.
El miedo se apoderó de mí. No podía quedarme allí sentado, esperando a que algo terrible sucediera. Tenía que hacer algo. Tomé mi equipaje y me dirigí al vagón restaurante, con la esperanza de encontrar a alguien que pudiera ayudarme.
El vagón restaurante estaba abarrotado de gente, pero todas las mesas estaban ocupadas. Me dirigí al mostrador y le pregunté a la azafata si podía ayudarme, pero ella solo me miró con indiferencia y me dijo que no tenía tiempo para tonterías.
Frustrado y desesperado, caminé de regreso a mi compartimiento. Cuando abrí la puerta, el sentimiento de inquietud había aumentado. Sentía como si el aire estuviera lleno de malevolencia y peligro.
Cerré la puerta con llave y me senté, temblando de miedo. Sabía que no podía pasar la noche allí solo. Tenía que encontrar a alguien que me creyera y me ayudara.
Pensé en regresar al vagón restaurante, pero tenía miedo de cruzar el pasillo vacío. Decidí esperar hasta que llegara el conductor del tren. Tal vez él podría ayudarme.
Esperé y esperé, pero el conductor nunca llegó. En cambio, escuché un ruido extraño proveniente del pasillo. Era un gemido bajo y gutural, como si alguien estuviera llorando de dolor.
Me levanté de un salto y corrí hacia la puerta, pero cuando la abrí, no vi a nadie. El gemido continuó, haciéndose más fuerte y más desesperado.
Seguí el sonido hasta el vagón siguiente, pero allí tampoco vi a nadie. El gemido provenía de un compartimiento vacío. Llamé a la puerta, pero nadie respondió.
Intenté abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave. Me di cuenta de que no tenía más remedio que esperar al conductor del tren.
Regresé a mi compartimiento y me senté, esperando y temiendo lo peor. El gemido continuaba, atormentando mi mente. Sabía que algo terrible había sucedido y que yo era el próximo.
Finalmente, escuché pasos en el pasillo. Era el conductor del tren. Corrí hacia la puerta y la abrí de golpe.
"¡Gracias a Dios!" dije, "Hay algo malo en este tren. ¡Alguien está sufriendo!"
El conductor me miró con una expresión confusa. "¿De qué está hablando?" preguntó. "El tren está vacío, excepto por usted y yo."
Me quedé helado. El conductor tenía razón. El tren estaba vacío. No había ningún otro pasajero, salvo yo y él.
El gemido continuó, pero ahora provenía de todas partes. Era un sonido horrible y desgarrador, como si mil almas estuvieran lamentándose en agonía.
El conductor y yo nos miramos a los ojos, compartiendo el mismo terror y confusión. No teníamos idea de lo que estaba pasando, pero sabíamos que algo terrible estaba sucediendo.
El tren continuó su viaje, transportándonos a través de la noche oscura y misteriosa. Los dos estábamos solos en el tren fantasma, atormentados por los gemidos de los pasajeros invisibles.
Y yo nunca olvidaré la noche en que viajé en el tren con el cuarto pasajero.