El fatídico día 18 de noviembre de 2020, la tranquila localidad de Sarria, en la provincia de Lugo, fue sacudida por uno de los terremotos más intensos registrados en Galicia en los últimos años. El temblor, de magnitud 4,7 en la escala de Richter, sembró el pánico y causó importantes daños en la zona.
Fui testigo de primera mano de la aterradora experiencia. Estaba en casa tranquilamente cuando, de repente, el suelo comenzó a temblar violentamente. Al principio, pensé que se trataba de un trueno, pero rápidamente me di cuenta de que era algo mucho más grave. Los cuadros y los objetos se caían de las paredes, y las puertas se abrían y cerraban solas.
Salí corriendo de casa y me encontré con mis vecinos en la calle. Todos estábamos conmocionados y asustados. Algunas personas lloraban, otras gritaban y otras simplemente se agarraban unas a otras para encontrar consuelo. Niños pequeños se aferraban a sus padres, con sus rostros pálidos y sus ojos llenos de miedo.
Los daños fueron extensos. Muchas casas sufrieron grietas y derrumbes parciales. La iglesia del pueblo quedó gravemente dañada, con sus paredes agrietadas y su campanario parcialmente derrumbado. La infraestructura vial también se vio afectada, con carreteras cortadas y puentes dañados.
A pesar del caos y la destrucción, la comunidad de Sarria se mantuvo unida. Los vecinos se ayudaron mutuamente, brindando refugio, comida y apoyo emocional a quienes lo necesitaban. Los servicios de emergencia y las autoridades trabajaron incansablemente para restablecer el orden y brindar ayuda a los afectados.
El terremoto de Sarria nos recordó la fragilidad de la vida y el poder de la naturaleza. Fue un momento difícil para la comunidad, pero también un testimonio de la resiliencia y el espíritu de hermandad que existe entre sus habitantes. Hoy, Sarria está reconstruyéndose lentamente, y sus habitantes están decididos a recuperar la normalidad y seguir adelante.
Que este terremoto nos sirva como recordatorio de la importancia de estar preparados y unidos ante las adversidades. Porque cuando la tierra tiembla, es en la solidaridad y el apoyo mutuo donde encontramos fuerza y esperanza.