El sustituto




¡Hola a todos, lectores ávidos! Bienvenidos a mi humilde morada virtual, donde comparto mis extrañas y maravillosas experiencias como sustituto. Como bien sabéis, la vida de un sustituto es una montaña rusa de emociones, encuentros extraños y anécdotas divertidas.

Permítanme contarles una historia que me ocurrió hace poco. Era un soleado martes por la mañana cuando recibí una llamada para una suplencia en una escuela primaria local. La voz al otro lado del teléfono era amable y desesperada, explicando que se les había caído un profesor y necesitaban a alguien con urgencia.

Siempre dispuesto a ayudar, acepté con gusto y me dirigí a la escuela. Al llegar, me recibió un caótico pero animado grupo de niños que parecían estar a punto de estallar. Mi primera clase fue de tercer grado, una clase conocida por sus payasadas. Estaba preparado para un día lleno de desafíos, pero no estaba preparado para lo que me esperaba.

"¿Quién es usted?", preguntó un niño con valentía, sus ojos oscuros mirándome con curiosidad. "Soy vuestro profesor sustituto", respondí con una sonrisa. "¿Y por qué está usted aquí?", inquirió otro niño. "Porque vuestra profesora ha tenido que ausentarse", expliqué. Y entonces, con un coro ensordecedor, toda la clase gritó: "¡Guay!"

Me quedé atónito. En lugar de estar desanimados por la ausencia de su profesora, estos niños estaban emocionados por la llegada de un nuevo rostro. Pasé las siguientes horas descubriendo lo divertidos, inteligentes y llenos de vida que eran. Jugamos juegos, leímos historias y aprendimos sobre el sistema solar. El tiempo pasó volando y, antes de darme cuenta, era hora de irme.

Cuando me despedía de los niños, un pequeño se me acercó y me entregó un trozo de papel. "Es para usted", dijo tímidamente. Abrí el papel y leí el mensaje escrito con una letra temblorosa: "Gracias por ser nuestro profesor. Fue un día muy divertido".

Al leer esas palabras, sentí un nudo en la garganta. Había estado preocupado por no estar a la altura de las expectativas, pero estos niños me habían hecho sentir bienvenido y apreciado. Me di cuenta de que ser sustituto no era solo un trabajo; era una oportunidad de marcar una diferencia en la vida de los niños, incluso si solo era por un día.

Así que, queridos lectores, la próxima vez que se encuentren con un sustituto, recuerden que detrás de ese rostro desconocido hay una persona que está dispuesta a compartir sus conocimientos, amor y humor. Abracen la aventura de tener un profesor sustituto y disfruten del viaje.