Si hay algo que caracteriza a Córdoba, además de sus patios y su flamenquito, es su impredecible climatología. Un día te puedes despertar con un sol radiante y a la hora de comer, ¡zas! Tormenta de verano.
Los cordobeses somos expertos en el arte de la supervivencia climática. Sabemos que en primavera hay que llevar siempre una chaquetita por si acaso y que en verano es imprescindible la crema solar y el sombrero, aunque a veces ni aun así nos salvamos de una buena insolación.
El calor, nuestro némesis estival
El verano en Córdoba es una experiencia digna de MasterChef, una prueba de fuego en la que solo los más fuertes sobreviven. Las temperaturas pueden alcanzar los 45 grados a la sombra, y el asfalto parece una sartén donde se nos pueden freír hasta los zapatos.
Pero no os asustéis, queridos lectores, que para combatir el calor hemos desarrollado una serie de estrategias muy cordobesas:
Aunque a veces ni con esas conseguimos escaparnos de las garras de Lucifer, como llamamos cariñosamente al calor.
Pero no todo es malo en el tiempo cordobés. En otoño e invierno, nos regala unos días de sol y temperaturas agradables que invitan a pasear por sus calles y disfrutar de su patrimonio.
Y es que Córdoba es así, un enigma meteorológico que nos hace reír y llorar a partes iguales. Pero a pesar de sus caprichos, no hay ciudad en el mundo que la cambiemos.
Un consejo para los turistas: si vais a visitar Córdoba en verano, ¡venid preparados para el calor!