Pero no es solo el quién el que importa, sino el por qué. Cataluña se encuentra en un punto de inflexión, dividida entre quienes abogan por la independencia y quienes defienden la unidad de España. Las heridas del pasado aún están abiertas, y las tensiones siguen presentes en el día a día de los catalanes.
Como ciudadano de este crisol cultural, me preocupa el futuro de mi tierra. He visto de cerca los efectos de la división, los hogares rotos y las amistades rotas. Es hora de un cambio, de un nuevo rumbo que nos aleje de los extremos y nos una en torno a un proyecto común.
Sé que estas elecciones no serán fáciles, pero estoy convencido de que juntos podemos encontrar una solución que nos permita avanzar como sociedad. Porque Cataluña no es solo un territorio, es nuestra tierra, nuestro hogar. Y como dijo el poeta Federico García Lorca, "El amor que se reparte es el único que merece la pena".
El 14 de febrero, votemos con el corazón, con la razón y con la esperanza de un futuro mejor para todos los catalanes.