Enrique Bastante Accidente




¡Ay, Enrique! ¿Qué te ha pasado?
Bueno, bueno, no es para tanto, pero lo cierto es que Enrique, nuestro querido Enrique, ha tenido un pequeño percance. Nada grave, de verdad, pero sí lo suficientemente gracioso como para contarlo aquí.
Resulta que Enrique, en su infinita sabiduría y coordinación, decidió dar un paseo en bici por el parque. Y todo iba muy bien, hasta que... ¡zas! Un pequeño bache lo desequilibró y allí fue, al suelo de cabeza.
Menos mal que llevaba casco, porque si no... Pero bueno, el caso es que se quedó allí tirado, con la bici encima, sin poder moverse. Y claro, ahí empezó la odisea.
Porque Enrique, por muy torpe que sea, es muy orgulloso. Y por muy dolorido que estuviera, no quería que nadie lo viera en semejante estado. Así que allí se quedó, tirado en el suelo, esperando a que pasara alguien que no lo conociera.
Pero pasaron los minutos y nadie pasaba. Y Enrique, mientras tanto, se iba poniendo más y más nervioso. Hasta que, de repente, vio a lo lejos a una chica que no conocía.
¡Era su salvación! Enrique reunió todas sus fuerzas y empezó a gritar:
- ¡Eh, señorita! ¡Ayúdeme, por favor!
La chica se acercó a Enrique y, al verlo allí tirado, no pudo evitar reírse. Pero enseguida se dio cuenta de que Enrique estaba realmente dolorido y lo ayudó a levantarse.
- ¿Se encuentra bien? -le preguntó la chica.
- Sí, sí, gracias -mintió Enrique, intentando disimular el dolor-. Sólo ha sido un pequeño traspiés.
- Pues menos mal que llevaba casco -le dijo la chica-. Si no, podría haberse hecho mucho daño.
- Sí, sí, ya lo sé -dijo Enrique-. Gracias por ayudarme.
Enrique se despidió de la chica y siguió su camino cojeando. Pero a pesar del dolor, se sentía feliz. Porque había conseguido salir de aquella situación sin que nadie se riera de él.
Y así, Enrique aprendió una valiosa lección: que no hay que avergonzarse de pedir ayuda cuando la necesitamos. Y que, a veces, los pequeños traspiés pueden convertirse en grandes aventuras.