El incendio que arrasó Santiago el 18 de diciembre de 2017 fue un acontecimiento devastador que marcó profundamente a nuestra ciudad. Recuerdo aquel día como si fuera ayer: un cielo teñido de naranja, el aire denso y el olor acre del humo. El fuego se extendía sin piedad por los cerros de la capital chilena, consumiendo todo a su paso.
No puedo olvidar la sensación de impotencia que sentí al ver cómo las llamas devoraban el patrimonio de nuestra ciudad. El Museo Nacional de Historia Natural, con sus valiosas colecciones; la Iglesia de San Francisco, un símbolo de nuestra fe; el cerro Santa Lucía, un pulmón verde y un lugar de encuentro para tantos santiaguinos. Todo ardía, reduciéndose a cenizas.
Pero en medio de la tragedia, también hubo momentos de esperanza y solidaridad. Los bomberos lucharon incansablemente contra el fuego, arriesgando sus propias vidas para salvar las nuestras. Los vecinos se unieron para apoyar a los damnificados, compartiendo alimentos, agua y un techo donde refugiarse.
El legado del incendio
El incendio de Santiago dejó una profunda huella en nuestra ciudad. No solo destruyó edificios y patrimonio, sino que también nos obligó a reflexionar sobre nuestra relación con el medio ambiente y nuestra propia vulnerabilidad.
Desde entonces, se han tomado medidas para prevenir futuros desastres como aquel. Se han reforzado las medidas de seguridad contra incendios, se han restaurado los edificios dañados y se han creado nuevos espacios verdes para la ciudad.
Pero más allá de las acciones concretas, el incendio también nos enseñó la importancia de la unidad y la resiliencia. Ante la adversidad, supimos sobreponernos y reconstruir, más fuertes y unidos que nunca.
Como ciudadana de Santiago, el incendio del 18 de diciembre de 2017 me marcó profundamente. Fue un día de dolor y tristeza, pero también de orgullo y esperanza.
Vi cómo mi ciudad ardía, pero también vi cómo su gente se unía para reconstruirla. El incendio fue un recordatorio de que, incluso en los momentos más difíciles, siempre podemos encontrar fuerzas para seguir adelante.
Hoy, Santiago es una ciudad renacida, que ha aprendido de sus errores y que mira al futuro con esperanza. El incendio del 18 de diciembre quedará para siempre en nuestra memoria, pero también servirá como un recordatorio de nuestra capacidad para superar la adversidad.
invito a todos los santiaguinos a recordar este acontecimiento y a reflexionar sobre las lecciones que nos dejó. Juntos, podemos construir una ciudad más resiliente y sostenible, donde todos nos sintamos seguros y protegidos.