A veces, uno se encuentra a sí mismo -o más bien a uno mismo- en los lugares más inesperados.
Mi historia es como la de muchos otros: crecí en un hogar donde el alcohol era un invitado habitual. Mi padre era un hombre bueno, pero su adicción a la bebida lo convirtió en alguien diferente. Yo era un niño sensible y asustadizo, y la imprevisibilidad de su comportamiento me llenaba de ansiedad.
A medida que fui creciendo, comencé a beber yo mismo como una forma de automedicarme. El alcohol me hacía sentir seguro y confiado, y me permitía escapar de los problemas de mi vida. Pero con el tiempo, mi consumo empezó a salirse de control.
Perdí mi trabajo, mi casa y mis amigos. Toqué fondo y me di cuenta de que necesitaba ayuda. Ingresé en un programa de rehabilitación y comencé el largo y difícil camino hacia la recuperación.
No ha sido fácil, pero he aprendido mucho sobre mí mismo y sobre la adicción. He aprendido que no soy débil, que no estoy solo y que puedo vencer esto. He aprendido que la recuperación es un viaje, no un destino, y que siempre habrá altibajos en el camino.
Pero también he aprendido que la recuperación es posible. He aprendido que hay esperanza y que puedo recuperar mi vida. Y he aprendido que nunca es demasiado tarde para pedir ayuda.
Si estás luchando contra la adicción, quiero que sepas que no estás solo. Hay ayuda disponible y puedes recuperarte. Da el primer paso y pide ayuda hoy.