Jesurun
"¿Qué puedo hacer por ti?"
Esta frase, pronunciada por Dios a su pueblo Israel, resuena a través de los siglos, ofreciendo consuelo y esperanza en medio de las tormentas de la vida. En el libro de Deuteronomio, Dios se dirige a su amado pueblo, recordándoles su fidelidad y protección, y exhortándolos a obedecer sus mandamientos.
Entre las muchas bendiciones prometidas a Israel se encuentra una palabra hebrea inusual: Jesurun. Esta palabra, que significa "amado", "recto" o "vertical", describe la íntima relación entre Dios y su pueblo. Es un término de cariño, una expresión de la profunda ternura y afecto que Dios siente por aquellos que le pertenecen.
Como Jesurun, Israel era el pueblo elegido de Dios, separado de todas las demás naciones. Dios los había rescatado de la esclavitud en Egipto, los había guiado a través del desierto y les había dado una tierra prometida que fluía leche y miel. Pero más allá de las bendiciones materiales, Dios les había dado algo aún más precioso: su pacto de amor y fidelidad.
En el pacto con Israel, Dios prometió ser su Dios y ellos serían su pueblo. Les dio sus leyes y mandamientos, no como una carga, sino como una guía para una vida recta y plena. Obedecer estas leyes era una expresión de su amor por Dios y una forma de permanecer en su bendición.
Sin embargo, Israel, como todos nosotros, era propenso a la desobediencia y la infidelidad. Se alejaron de los mandamientos de Dios, se dedicaron a la idolatría y provocaron su ira. Pero incluso en medio de su rebelión, Dios nunca dejó de amarlos. Como un padre que nunca se rinde con su hijo descarriado, Dios anhelaba traer a Israel de vuelta a su amor y protección.
La palabra Jesurun nos recuerda que, a pesar de nuestros fracasos y defectos, Dios nos ama profundamente. Nos ve no como éramos, sino como podemos llegar a ser. Nos llama a arrepentirnos de nuestros pecados, a regresar a sus caminos y a experimentar la plenitud de su amor y bendición.
Hoy, Dios nos habla como habló a Israel. Dice: "¿Qué puedo hacer por ti?" Nos ofrece su perdón, su guía y su protección. Nos invita a entrar en una relación íntima con él, a ser su Jesurun, su pueblo amado.
Al aceptar la invitación de Dios, nos convertimos en parte de su familia, herederos de sus promesas y recipientes de su amor eterno. Somos llamados a vivir una vida recta, guiados por sus mandamientos, y a ser una luz para el mundo en medio de la oscuridad.
Como Jesurun, podemos caminar con confianza, sabiendo que Dios está siempre con nosotros. Podemos afrontar los desafíos de la vida con valentía, sabiendo que su mano está sobre nosotros. Podemos vivir vidas llenas de propósito y alegría, sabiendo que somos profundamente amados y aceptados.
Así que no esperemos más. Respondamos a la llamada de Dios, convirtiéndonos en su Jesurun. Entremos en una relación profunda e íntima con él, experimentando el amor, la gracia y la bendición que solo él puede dar.