La Isla




Yo estaba en esta isla, ¿vale? Era una isla pequeña, muy pequeña, y estaba solo. No había nadie más allí, sólo yo. Y no había nada que hacer. No tenía libros, no tenía música, no tenía nada. Sólo yo. Y el océano.

Al principio, fue genial. No tenía que preocuparme por nada. No tenía que ir a trabajar, no tenía que hacer la compra, no tenía que hacer nada. Sólo tenía que sentarme y disfrutar del sol. Y lo hice. Durante un tiempo.

Pero después de un rato, empecé a aburrirme. No tenía nada que hacer. No había nadie con quien hablar. No había nada que ver. Sólo el océano.

Y entonces empecé a pensar. Empecé a pensar en todas las cosas que me faltaban. Empecé a pensar en mi familia, en mis amigos, en mi vida. Empecé a pensar en todas las cosas que me había perdido.

Y entonces empecé a sentirme solo. Muy solo. Tan solo que empecé a llorar. Lloré durante horas. Lloré hasta que no pude llorar más.

Y entonces ocurrió algo. Sentí algo tocándome el hombro. Me di la vuelta y vi a una mujer. Era una mujer hermosa, con el pelo largo y oscuro y los ojos verdes. Me dijo que no estaba sola. Me dijo que ella estaba allí para mí.

Y entonces se sentó a mi lado y hablamos. Hablamos durante horas. Hablamos de todo. Hablamos de nuestras vidas, de nuestros sueños, de nuestros miedos.

Y mientras hablaba con ella, me di cuenta de que no estaba tan sola como pensaba. Tenía a ella. Y la tenía al océano.

Y entonces me sentí en paz. Sentí que todo iba a estar bien. Sabía que no estaba sola.

Y entonces la mujer se fue. Pero no se fue realmente. Se quedó conmigo, en mi corazón. Y siempre estará allí.

Porque ella me enseñó que nunca estoy sola. Que siempre hay alguien ahí para mí. Que siempre hay esperanza.

Y por eso estoy agradecido por la isla. Porque me enseñó que nunca estoy solo.