La mesita del comedor




Hay un mueble en mi casa que ocupa un lugar especial en mi corazón. No es una pieza llamativa ni tampoco una antigüedad de gran valor, pero tiene una historia que contar y un significado que va más allá de su función práctica.

Es una mesita de comedor pequeña y modesta, de madera oscura y con cuatro patas torneadas. Su superficie está cubierta de innumerables arañazos y abolladuras, testigos silenciosos de las innumerables veladas compartidas en torno a ella.

La mesita llegó a mi casa cuando yo era una niña pequeña. Recuerdo haberla visto por primera vez en el comedor de mi abuela, donde ocupaba un lugar central. Sobre su superficie, salpicada de migas de pan y restos de dulces, se reunía toda la familia para compartir comidas festivas y charlas animadas.

Cuando mi abuela falleció, la mesita pasó a formar parte de mi herencia. La llevamos a nuestra casa y la colocamos en nuestro comedor, donde rápidamente se convirtió en un punto de reunión para nuestra propia familia.

En torno a esa mesita, hemos celebrado innumerables aniversarios, cumpleaños y fiestas navideñas. Ha sido testigo de risas, lágrimas, discusiones y confidencias. Ha sido el escenario de cenas familiares relajadas y de comidas especiales preparadas con cariño.

La mesita ha visto crecer a mis hijos, desde que eran pequeños y apenas podían alcanzar sus platos hasta que se convirtieron en adolescentes que hablaban sin parar sobre sus vidas y sus sueños.

Ha sido una compañera constante a lo largo de los años, compartiendo nuestros mejores y peores momentos. Ha sido un lugar de consuelo cuando necesitábamos un hombro en el que apoyarnos y un lugar de celebración cuando teníamos algo que celebrar.

Sé que la mesita del comedor no es más que un mueble, pero para mí es mucho más que eso. Es un vínculo con mi pasado, un símbolo de mi familia y un recordatorio de todos los momentos que hemos compartido.

Cada vez que me siento a cenar alrededor de la mesa, no puedo evitar sonreír al pensar en todas las historias que guarda. Es un tesoro que aprecio profundamente y que espero transmitir a las generaciones venideras.

Porque la mesita del comedor no es solo un mueble, es un testigo de nuestra vida, un hogar para nuestros recuerdos y un recordatorio de que sin importar lo que pase, siempre tendremos un lugar donde reunirnos y compartir el amor.