¡Creyentes, regocijaos! Hoy celebramos la victoria sobre la muerte, la culminación del sacrificio de Cristo y el triunfo de la esperanza. La resurrección de Cristo es el acontecimiento central de nuestra fe, el fundamento de nuestra salvación.
Imaginemos la escena: Jerusalén, hace dos mil años. El Hijo de Dios, crucificado y sepultado en una tumba prestada. El cielo se oscurece, la tierra tiembla, y en medio de esta conmoción, se produce un milagro.
Los discípulos, inicialmente incrédulos, son testigos de esta asombrosa verdad. Tomás, el escéptico, toca las heridas de Jesús y proclama: "¡Mi Señor y mi Dios!". María Magdalena, angustiada por el dolor, le ve y se regocija: "¡Maestro!".
La resurrección de Cristo no es solo un acontecimiento histórico; es una promesa para nosotros. Nos asegura que incluso en medio de la oscuridad, hay esperanza. Que incluso frente a la muerte, hay vida.
Como creyentes, la resurrección nos da fuerza y consuelo. Nos recuerda que nuestras propias pruebas y tribulaciones son temporales y que en última instancia, el amor de Dios triunfará.
Celebremos la resurrección de Cristo con alegría y esperanza renovadas. Que este día sea un testimonio de la victoria de la vida sobre la muerte y un recordatorio del glorioso futuro que nos espera.
¡Alabado sea Cristo, resucitado para siempre!