Queridos lectores, ¿cómo están? Hoy, con la cabeza todavía dando vueltas tras la final de la Eurocopa 2023, me siento obligado a plasmar sobre estas líneas la montaña rusa de emociones que hemos vivido los aficionados españoles.
Desde el pitido inicial, se notaba en el ambiente que este era nuestro momento. La selección alemana, rival histórica que nos había hecho sufrir en otras batallas, se mostraba imponente, pero teníamos algo que ellos no: el corazón de un león.
El partido fue un auténtico torbellino de emociones. El gol de Morata en la primera mitad nos hizo creer que el trofeo ya era nuestro. Sin embargo, la teutona Mannschaft no se rindió y empató el encuentro en el minuto 60 con un golazo de Musiala.
Y ahí fue donde nuestros héroes se hicieron gigantes. La prórroga fue una sucesión de ocasiones en ambas porterías, con los porteros convirtiéndose en auténticos muros. Pero fue en la tanda de penaltis donde se escribió el destino.
Uno a uno, los jugadores iban desfilando hacia el punto de penalti. El ambiente era tan espeso que se podía cortar con un cuchillo. Y ahí, nuestro capitán, Sergio Busquets, se erigió como un faro de esperanza.
Con su habitual aplomo, Busquets engañó al portero alemán y marcó el penalti decisivo. El estadio estalló en un mar de alegría y lágrimas. España volvía a ser subcampeona de Europa, pero esta vez con un sabor mucho más dulce.
Y aunque el oro se nos escapó por los pelos, no podemos olvidar el camino recorrido. Esta selección, liderada por Luis Enrique, ha devuelto la ilusión a los aficionados españoles. Han demostrado que con corazón y talento, todo es posible.
Así que, brindaremos por esta plata que sabe a oro. Porque hemos vuelto a vibrar con nuestra selección, porque hemos sentido el orgullo de pertenecer a un país que nunca se rinde. Y porque sabemos que el futuro está lleno de sueños por cumplir.
¡Viva España y viva la Roja!