Los primeros artesanos del provolone eran pastores que buscaban una forma de conservar la leche de sus vacas. Calentaban la leche en grandes calderos y añadían cuajo, una enzima que hace que la leche se coagule. Luego colgaban las cuajadas en sacos de muselina y las dejaban escurrir durante horas.
Una vez escurridas, las cuajadas se cortaban en trozos y se sumergían en agua hirviendo. Este proceso, llamado "hilatura", hacía que la cuajada fuera más flexible y fácil de trabajar. Los artesanos daban forma al queso manualmente, creando una variedad de formas, desde las tradicionales "peras" hasta los bloques más modernos.
El secreto del provolone está en la "pasta filata", la pasta hilada que se obtiene al calentar y estirar la cuajada. Esta pasta es lo que le da al provolone su textura única y elástica.El provolone se envejecía tradicionalmente en cuevas húmedas y frescas, donde la humedad y la temperatura constantes creaban el ambiente perfecto para que el queso desarrollara su sabor y aroma característicos. Hoy en día, el provolone se envejece en cámaras climatizadas, pero el proceso sigue siendo el mismo.
El provolone joven, denominado "dolce", tiene un sabor suave y lechoso. A medida que envejece, se vuelve más firme y su sabor se intensifica. El provolone "piccante", envejecido durante más de 12 meses, tiene un sabor intenso y picante.
El provolone es un queso versátil que puede disfrutarse solo, como aperitivo o postre. También se utiliza en una variedad de platos, como pizzas, pastas y ensaladas. Su sabor único y su textura elástica lo convierten en un ingrediente indispensable en muchas recetas.
Así que, la próxima vez que disfrutes de un trozo de provolone, recuerda su historia legendaria y el trabajo artesanal que se esconde detrás de su delicioso sabor.