Como un adulto recién acuñado, aprendes rápidamente que la libertad tiene un precio. Ya no puedes levantarte y marcharte cuando te dé la gana. Hay facturas que pagar, plazos que cumplir y un sinfín de tareas que nunca acaban.
Los fines de semana, que antes eran sagrados, ahora pasan volando en una borrosa mezcla de limpieza, compras y tareas pendientes.
Pero no todo es pesimismo. Ser adulto también ofrece una serie de ventajas únicas. Con la edad llega la sabiduría, la madurez y una nueva perspectiva de la vida.
Ya no eres tan indulgente con las tonterías, y aprecias más las cosas sencillas.
Sin embargo, hay un inconveniente: el tiempo. El tiempo parece acelerarse a medida que envejeces, y esos momentos preciosos se hacen cada vez más escasos.
Así que, mientras disfrutas de las ventajas de la edad adulta, no olvides apreciar los tesoros de la infancia. El tiempo pasa demasiado rápido, y antes de que te des cuenta, estarás anhelando esos despreocupados días en los que no tenías que preocuparte por pagar las facturas.
Como dice el refrán, ser adulto es como estar en una montaña rusa: emocionante, aterradora y, en última instancia, inolvidable. Abróchate el cinturón y disfruta del viaje, porque nunca se sabe qué curva acecha a la vuelta de la esquina.