Si has visitado Mendoza, seguro que has oído hablar del viento Zonda, ese peculiar fenómeno meteorológico que nos caracteriza. Como un invitado inesperado, llega de repente, transformando el paisaje y alterando el ánimo de los mendocinos.
Recuerdo mi primera vez con la Zonda. Era una tarde tranquila, el cielo despejado y el aire fresco. De pronto, sentí una ráfaga de viento caliente y seco que me golpeó el rostro. El cielo se nubló y la temperatura subió bruscamente. En pocos minutos, la ciudad se convirtió en un horno.
La Zonda es un viento catabático, es decir, que desciende desde las montañas hacia el valle. Nace en la cordillera de los Andes, donde el aire frío y pesado acumula energía potencial. Al bajar por las laderas, se calienta y se acelera, adquiriendo velocidades de hasta 100 km/h.
El viento Zonda tiene un gran impacto en la vida de los mendocinos. Afecta a la salud, ya que puede causar dolores de cabeza, irritaciones oculares y sequedad en la piel. También dificulta las actividades al aire libre y provoca cortes de luz y otros problemas.
Relatos de primera mano
"La Zonda es como un monstruo que viene de la montaña", me contó una abuela. "Te entra por la nariz y te sale por la boca, te deja los labios secos y la garganta irritada".
"Yo siempre tengo que cerrar las ventanas y cortinas cuando llega la Zonda", comentó un vecino. "Entra una tierra que lo ensucia todo y el ruido del viento es insoportable".
Si te encuentras en Mendoza durante la Zonda, hay algunas cosas que puedes hacer para minimizar su impacto:
A pesar de sus inconvenientes, la Zonda también puede ser un espectáculo impresionante. Al atardecer, el cielo se tiñe de colores naranja y rojo, creando un panorama único y llamativo. Es como si la naturaleza nos mostrara su poder y majestuosidad, recordándonos que estamos a merced de sus caprichos.
La Zonda es parte de la identidad de Mendoza. Es un viento que nos une, que nos hace compartir experiencias y que nos recuerda la fragilidad de nuestro entorno. Aceptémoslo como parte de nuestra vida y disfrutemos de su espectáculo, protegiéndonos, eso sí, de sus inconvenientes.
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