El chisme es un arte, una habilidad, un don. Se necesita tener un talento natural para poder hacerlo bien. Hay que saber cuándo y cómo decir las cosas, a quién y con qué intención. Y, sobre todo, hay que saber guardar secretos.
Laudelina era una maestra del chisme. Siempre estaba al tanto de todo lo que pasaba en el pueblo. Sabía quién estaba saliendo con quién, quién se había peleado con quién y quién había dicho qué. Y lo mejor de todo es que sabía cómo contarlo de una manera que hiciera que la gente se muriera de risa.
Recuerdo una vez que estaba sentada en su cocina, tomando café y charlando. Me contó una historia sobre su vecina, Doña María. Doña María era una mujer muy religiosa que siempre estaba metida en los asuntos de los demás. Un día, Laudelina la vio salir de la iglesia con un hombre que no era su marido.
"¿Sabes lo que hizo Doña María?", me dijo Laudelina con una sonrisa maliciosa. "Salió de la iglesia con el sacristán. ¡El sacristán! ¡El hombre que le toca las campanas!".
Me reí tanto que casi me ahogo con el café. Laudelina tenía un don para contar historias. Podía hacer reír a cualquiera, incluso a las personas más serias.
Pero Laudelina no era solo una chismosa. También era una buena amiga. Siempre estaba ahí para mí cuando la necesitaba. Me escuchaba cuando tenía problemas y me daba consejos cuando los necesitaba.
Un día, me enteré de que Laudelina estaba enferma. Tenía cáncer. Me quedé destrozada. No podía imaginar la vida sin ella.
Visité a Laudelina en el hospital todos los días. Hablábamos y reíamos, como siempre. Pero yo sabía que su tiempo se estaba acabando.
Un día, Laudelina me llamó a su lado. Me tomó la mano y me dijo: "Hija mía, no llores. He tenido una buena vida. He hecho muchos amigos y he contado muchas historias. Pero lo más importante es que he vivido mi vida a mi manera".
Laudelina murió unos días después. La extrañé mucho. Pero siempre recordaré sus historias y su risa. Era una mujer extraordinaria y una verdadera amiga.
Así que, la próxima vez que escuches un chisme, acuérdate de Laudelina. Y recuerda que el chisme puede ser un arte, pero también puede ser un recordatorio de que todos tenemos historias que contar.