Yo era una niña cuando el fútbol era solo para niños. Recuerdo ver a mis hermanos jugar en el jardín trasero, pateando la pelota con todas sus fuerzas. Yo quería unirme, pero ellos siempre decían que las niñas no podían jugar al fútbol.
Así que me senté en el porche y los miré jugar, imaginándome a mí misma en el campo, corriendo con la pelota en los pies. Soñaba con marcar goles y ser tan buena como mis hermanos.
Un día, decidí que ya no podía sentarme más. Fui al garaje, cogí el viejo balón de fútbol de mis hermanos y salí al jardín. Los chicos se sorprendieron al verme, pero yo no me rendí. Empecé a regatearles y a disparar a puerta.
No fui muy buena al principio, pero seguí practicando. Poco a poco, fui mejorando. Empecé a marcar goles y a ganarles a mis hermanos en el uno contra uno.
Un día, oí que mis hermanos hablaban de un equipo de fútbol para chicas que se había formado cerca de nuestra casa. Me emocioné mucho. Finalmente, podría jugar al fútbol con otras chicas.
Me uní al equipo y me enamoré del juego. Me encantaba la camaradería de mis compañeras de equipo y la sensación de logro cada vez que marcábamos un gol.
Jugué en ese equipo durante varios años y aprendí mucho sobre el fútbol y sobre mí misma. Aprendí que las chicas podemos hacer cualquier cosa que nos propongamos y que no debemos dejar que nadie nos diga lo que podemos o no podemos hacer.
Hoy en día, el fútbol femenino es más popular que nunca. Hay equipos femeninos en todas las escuelas y universidades, e incluso hay una liga profesional femenina.
Estoy orgullosa de haber sido parte del crecimiento del fútbol femenino. Es un deporte que ha empoderado a las mujeres y les ha dado la oportunidad de perseguir sus sueños.
Si eres una niña a la que le gusta el fútbol, no dejes que nadie te diga que no puedes jugar. Únete a un equipo y empieza a practicar. Nunca sabes lo lejos que puedes llegar.
El fútbol es para todos, independientemente de su género. Juega con libertad y disfruta del juego.