Recuerdo aquel día como si fuera ayer. Era el 15 de octubre de 2017 y la selección mexicana se enfrentaba a Panamá en el Estadio Azteca. El ambiente era electrizante, el estadio estaba a reventar y el corazón de millones de mexicanos latía al ritmo de la esperanza.
México necesitaba ganar para sellar su pase al Mundial de Rusia 2018. El partido era crucial, un duelo de vida o muerte futbolística. Los dos equipos saltaron al campo con la misma determinación, pero México, con su público apoyándole, tomó la iniciativa desde el primer minuto.
México había ganado 3-0 y la euforia se apoderó del país. Las calles se llenaron de gente celebrando, gritando y ondeando la bandera. La selección había cumplido y nos había regalado uno de los momentos más emotivos de nuestra historia futbolística.
Pero más allá del resultado, hay algo que siempre recordaré de ese partido. Fue el ambiente que se vivió en el estadio. La gente no solo cantaba y gritaba, sino que también se ayudaba, se abrazaba y compartía la alegría. Era como si fuéramos una gran familia unida por un solo sueño: ver a México en el Mundial.
El partido entre México y Panamá no fue solo un partido de fútbol. Fue un acontecimiento que unió a un país, que nos hizo vibrar de emoción y que nos dejó recuerdos que durarán toda la vida.
Gracias a todos los jugadores, cuerpo técnico y aficionados que hicieron posible esta noche mágica.
¡Viva México!