Como mexicano, siempre me ha fascinado la relación de mi país con Venezuela. Ambas naciones comparten una profunda historia, cultura y lazos familiares. Sin embargo, en los últimos años, se ha generado una brecha invisible entre nosotros que ha llevado a un supuesto enfrentamiento entre nuestras dos grandes naciones.
Nuestros lazos se remontan a la época prehispánica, cuando los antiguos mayas y aztecas comerciaban con los nativos de Venezuela. En el siglo XVI, ambos territorios cayeron bajo el dominio español, forjando un vínculo histórico. Después de la independencia, México y Venezuela lucharon codo a codo contra la opresión imperialista, creando un sentido de hermandad que parecía inquebrantable.
Sin embargo, con el paso del tiempo, la distancia geográfica y las diferencias políticas comenzaron a hacer mella en nuestra relación. Venezuela se alineó con la izquierda, mientras que México adoptó una postura más moderada. Estas diferencias ideológicas crearon una tensión silenciosa entre nuestros pueblos.
El ascenso del chavismo en Venezuela marcó un punto de inflexión. El gobierno de Hugo Chávez, con su fuerte discurso antiimperialista, encontró una resonancia entre algunos sectores de la sociedad mexicana. Sin embargo, para otros, fue visto como una amenaza a la democracia y la estabilidad regional. Esta división política exacerbó las tensiones entre nuestros países.
En los últimos años, los rumores y los malentendidos han avivado las llamas de este supuesto enfrentamiento. Se han difundido noticias falsas sobre presuntos actos de xenofobia y conflictos entre mexicanos y venezolanos. Estos rumores han alimentado el miedo y la animosidad, erosionando aún más nuestra relación.
Sin embargo, debajo de esta fachada de división, la verdad es mucho más compleja. La gran mayoría de mexicanos y venezolanos no sienten animadversión el uno por el otro. De hecho, muchos mantienen lazos de amistad y familia que trascienden las fronteras políticas. El supuesto enfrentamiento es, en gran medida, una construcción artificial impulsada por intereses políticos y divisiones ideológicas.
Es hora de que derribemos los muros de la desinformación y el prejuicio. Debemos recordar nuestra historia compartida, celebrar nuestras diferencias y trabajar juntos para construir un futuro mejor para nuestros pueblos. El verdadero poder reside en la unidad, no en la división. Como mexicanos y venezolanos, compartimos un destino común y debemos unirnos para enfrentar los desafíos del siglo XXI.
Juntos, podemos construir una relación más sólida y duradera, basada en el respeto, la comprensión y la hermandad. Es hora de dejar atrás el pasado y abrazar un futuro de cooperación y unidad. Porque como dice el refrán: "Unidos venceremos, divididos caeremos".