Amigas y amigos, no les voy a mentir, la marcha del 9 de abril nos marcó para siempre. Es imposible olvidar el clima de unidad y esperanza que se respiraba en el aire.
Al caminar por las calles de la ciudad, no pude evitar sentir un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos. Era como si toda una nación se hubiera unido en un solo grito, pidiendo justicia y verdad.
No importa de dónde vengamos ni cuáles sean nuestras creencias políticas, todos tenemos derecho a saber la verdad sobre lo que pasó esa fatídica noche. Porque no hay democracia sin transparencia, ni paz sin justicia.
La verdad nos libera: Solo conociendo lo que realmente pasó podremos sanar las heridas del pasado y construir un futuro mejor.
La justicia es para todos: No importa quién sea el responsable, debe rendir cuentas ante la ley. Porque todos somos iguales ante ella.
La esperanza es lo último que muere: Aunque el camino sea largo y difícil, no nos podemos rendir. Debemos seguir luchando por la verdad y la justicia, por un país mejor para todos.
Durante la marcha, conocí a una señora mayor que había perdido a su hijo en esos trágicos acontecimientos. Su dolor era palpable, pero también su fortaleza. Me dijo que no pararía de luchar, no solo por su hijo, sino por todos los que habían sufrido.
Su historia me conmovió profundamente. Me hizo darme cuenta de que la lucha no es solo por una verdad jurídica, sino por una verdad humana. Por el derecho de las víctimas a saber qué pasó y por el derecho de todos a vivir en un país donde la justicia prevalezca.
Amigas y amigos, la marcha del 9 de abril fue un día histórico. Un día en el que nos unimos como pueblo para exigir justicia y verdad. Un día que nos recordó que la esperanza es lo último que muere.
Sigamos luchando juntos, por un país mejor, por un país donde la verdad y la justicia sean una realidad para todos.