Nuestra querida Matilda, con su agudo ingenio y su amor por la lectura, nos conquistó desde el primer momento. Ante los ojos burlones de la temible Tronchabull y las reglas absurdas de la señorita Miel, Matilda se mantuvo firme, recordándonos que incluso los más pequeños pueden lograr grandes cosas si creen en sí mismos.
Sus hazañas eran dignas de un cuento de hadas. Con un chasquido de sus dedos, movía objetos, desafiando las leyes de la física. A través de la telequinesis, demostró que la mente humana era capaz de maravillas extraordinarias. Su imaginación desbordante nos transportaba a lugares mágicos, donde todo era posible.
Pero Matilda no era solo una niña con poderes especiales. Era una apasionada amante de la literatura que nos inspiró a sumergirnos en el mundo de los libros. Sus descripciones vívidas de los personajes y sus aventuras nos hicieron sentir como si estuviéramos viviendo aquellas historias junto a ella.
Su amistad con la señorita Miel, una maestra amable y comprensiva, nos enseñó el valor de un corazón compasivo y el poder de la esperanza. A pesar de los desafíos que enfrentaban, su vínculo inquebrantable nos demostró que incluso en los momentos más oscuros, siempre hay luz al final del túnel.
La historia de Matilda no solo nos cautivó como niños, sino que también se grabó en nuestros corazones como adultos. Sus enseñanzas sobre la importancia de la educación, la bondad y la valentía nos siguen guiando hasta el día de hoy.
Por eso, hoy levantamos nuestras voces en honor a Matilda, la niña prodigio que nos inspiró a creer en nosotros mismos, a perseguir nuestros sueños y a nunca rendirnos ante la adversidad. ¡Que su legado siga iluminando nuestro camino para siempre!
¡Reflexión final:¿Recuerdas la primera vez que leíste "Matilda"? ¿Qué sentimiento te dejó? Comparte tus pensamientos y emociones en los comentarios y sigamos celebrando el poder transformador de las historias.