El pasado 9 de noviembre, el mundo del cine español se vistió de luto por la triste pérdida de uno de sus más grandes maestros: Jaime de Armiñán.
Su vida fue un lienzo de arte, un recorrido por la historia de nuestro cine. Nacido en Madrid en 1927, creció entre cámaras y rollos de película. Su padre, el director César Fernández Ardavín, le inculcó desde pequeño la pasión por el séptimo arte.
Armiñán debutó como director en 1956 con "Primer amor", pero fue en los años 60 cuando alcanzó la fama con películas como "El extraño viaje" (1964) y "Mi querida señorita" (1972).
Su cine se caracterizaba por una sensibilidad especial, una mirada humanista y un profundo amor por los personajes. Sus historias, a menudo basadas en obras literarias, reflejaban la sociedad española de la época.
También fue un guionista prolífico, colaborando con directores como José Luis Borau y Luis García Berlanga. Sus guiones, como el de "El bosque animado" (1987) de José Luis Cuerda, son verdaderas obras maestras del cine español.
Armiñán recibió numerosos premios y reconocimientos a lo largo de su carrera, entre ellos el Goya a la Mejor Dirección en 1988 por "Mi general".
Pero más allá de los galardones, su legado es su cine, su capacidad para conmover, para hacernos reflexionar y para transportarnos a otras épocas y lugares. Sus películas quedarán para siempre como un testimonio de un gran artista y un amante del cine.
Jaime de Armiñán, el maestro, el amigo, el hombre que hizo soñar a generaciones de españoles, nos ha dejado un vacío irremplazable. Pero su recuerdo y su obra seguirán vivos entre nosotros, inspirando a nuevas generaciones de cineastas y espectadores.
Hasta siempre, maestro, gracias por hacernos soñar.
Dedico estas líneas a la memoria de Jaime de Armiñán, un hombre al que tuve el honor de conocer y admirar.