¡Por fin ha llegado el día! Después de años de soñar con ello, finalmente puedes deshacerte de esa fea nariz que te ha perseguido durante toda tu vida. Entras en la consulta del cirujano plástico, lleno de esperanza y emoción. Te sientas en la mesa y le cuentas al cirujano tus deseos. Él te escucha pacientemente y luego te explica el procedimiento. Estás de acuerdo con todo y firmas los papeles. El día de la operación, estás nervioso pero también emocionado. Sabes que esto es un gran paso, pero también sabes que va a merecer la pena. La operación va bien y te despiertas de la anestesia con una nueva nariz. Estás encantado con los resultados y no puedes esperar a mostrarla al mundo.
Pero espera, ¿qué es esto? Tu nariz está empezando a hincharse y ponerse morada. Sientes un dolor punzante y te cuesta respirar. Llamas al cirujano, pero te dice que todo esto es normal. Te manda a casa con algunos analgésicos y te dice que vuelvas en unas semanas para un seguimiento. Pero tu nariz sigue hinchándose y el dolor empeora. Vuelves al cirujano y te dice que debes quedarte en el hospital para observación. Te hacen una tomografía computarizada y descubren que tienes una infección. Te dan antibióticos y te ingresan en el hospital. Pero la infección es muy grave y se extiende rápidamente. Los médicos hacen todo lo posible para salvarte, pero es demasiado tarde. Muere unos días después.
Tu historia es una tragedia, pero no es única. Cada año, miles de personas mueren a causa de complicaciones de la rinoplastia. Estas muertes son a menudo evitables, pero se pueden tomar medidas para prevenirlas. Si estás pensando en hacerte una rinoplastia, es importante que investigues y elijas un cirujano cualificado. También debes ser consciente de los riesgos de la cirugía y asegurarte de que estás preparado para las posibles complicaciones.