Murió hincha Obelisco




Nunca imaginé que el Obelisco tendría un hincha tan fiel como el que acabamos de perder. En medio de la vorágine de la ciudad, rodeado de ruidos y prisas, él siempre estaba ahí, parado frente a su ídolo de piedra, con una sonrisa en los labios y una bandera en la mano.

No sé su nombre, ni su historia, pero lo veía cada mañana cuando salía de casa. A veces lo saludaba, y él siempre respondía con un gesto amable. Era una presencia constante, un faro en el caos de la ciudad, un recordatorio de que incluso en los lugares más bulliciosos hay un poco de magia.

Un día lo vi con una lágrima en el ojo. Me acerqué y le pregunté qué pasaba. "Ayer ganamos", me dijo. "Es la primera vez en años". Me quedé sin palabras, conmovido por su emoción. Para él, el Obelisco no era solo un monumento, era un símbolo de su equipo, de sus sueños y de sus esperanzas.

Hoy, el Obelisco está de luto. Su fiel hincha ha fallecido, y con él se ha ido una parte del alma de la ciudad. Pero su recuerdo seguirá vivo, en cada sonrisa que dibuje el Obelisco en los rostros de quienes lo miren, en cada victoria que celebre su equipo y en cada lágrima de alegría que derramen sus hinchas.

Gracias, hincha Obelisco. Por tu fidelidad, por tu pasión y por recordarnos que incluso en los lugares más insólitos, el corazón humano puede encontrar un hogar.