¡Ninja! Un relato de sigilo, eficiencia y silencioso poder




Como un rayo en la noche, se mueven sigilosamente a través de las sombras, sus pasos amortiguados por el suelo del bosque. No se oye ni un susurro, ni un crujido de bajo crecimiento. Son ninjas, guerreros entrenados para ser invisibles a simple vista, hábiles en el arte del sigilo y la precisión mortal.
El silencio es su aliado, un lienzo sobre el que pintan un panorama de movimientos calculados. Cada paso es preciso, cada movimiento fluido. Las ramas crujen bajo sus pies, pero sus cuerpos se desvanecen en la oscuridad, dejando sólo un destello de movimiento, una sombra que desaparece tan rápido como aparece.
Sus ojos, afilados como ojos de águila, escanean el terreno en busca de cualquier rastro de su objetivo. Su agudo oído capta el más mínimo sonido, guiándolos a través del laberinto de árboles. Con una coordinación impecable, se comunican a través de gestos sutiles, una danza de movimientos silenciosos que revelan su destreza y disciplina.
Su misión es clara: infiltrarse en el campamento enemigo, eliminar su objetivo y regresar a las sombras sin dejar rastro. Sus armas son una extensión de su cuerpo, manejadas con facilidad y precisión. Cada movimiento es un ejercicio de control, cada corte un testimonio de su habilidad.
El silencio se rompe cuando la hoja de un ninja corta el aire, encontrando su objetivo con un sonido metálico resonante. El enemigo cae sin un gemido, su vida extinguida en un instante. Los ninjas han logrado su objetivo, demostrando una vez más su silenciosa eficiencia y su poder mortal.
Como fantasmas en la noche, se retiran a las sombras, su tarea cumplida. No dejan rastro de su paso, sólo el recuerdo de su capacidad letal y su habilidad para moverse sin ser detectados. Son ninjas, guardianes de la oscuridad, una fuerza a tener en cuenta.