El paro nacional del 9 de mayo fue un acontecimiento histórico en Colombia que dejó una marca indeleble en la sociedad. Como testigo de los sucesos de ese día, me invade una mezcla de emociones al recordar las tensiones, los miedos y las esperanzas que se respiraban en el aire.
La ciudad de Bogotá se despertó con un ambiente pesado. Las calles, normalmente bulliciosas, estaban casi desiertas. La gente miraba con recelo las noticias, temiendo lo que el día pudiera deparar. Yo, como tantos otros, salí de casa con el corazón encogido, sabiendo que ese día sería diferente.
Al llegar al lugar de la concentración, una plaza icónica en el centro de la ciudad, me encontré con una multitud silenciosa. Cada rostro reflejaba una historia, un motivo diferente para estar allí. Había estudiantes, trabajadores, madres y padres, todos unidos por un mismo anhelo: un país mejor.
Mientras el sol abrasador caía sobre nosotros, empezamos a marchar. El silencio se rompió con consignas y cánticos, que resonaban en las paredes de los edificios antiguos. Era un coro de voces, un llamado a la justicia y la igualdad.
De repente, la tensión aumentó. Un grupo de manifestantes chocó con la policía antidisturbios. El aire se llenó de gas lacrimógeno, y el pánico se apoderó de la multitud. Yo me quedé paralizado, testigo de cómo se desataba el caos.
Entre el humo y la confusión, vi a una joven caer. Era una estudiante, apenas una adolescente. La gente a su alrededor corrió a ayudarla, formando un escudo humano contra las cargas policiales. En ese momento, supe que este no era solo un paro, era una batalla por el alma de nuestra nación.
A pesar de la violencia, el espíritu de unidad y resistencia prevaleció. La marcha continuó, y con cada paso, se hacía más fuerte. Las voces de los manifestantes se elevaron por encima del ruido, exigiendo un cambio.
El paro del 9 de mayo fue un punto de inflexión en la historia de Colombia. Demostró que la gente puede unirse por una causa común, que la esperanza puede vencer al miedo y que el espíritu humano es indomable.
Hoy, al mirar hacia atrás, me siento orgulloso de haber sido parte de ese día histórico. El paro del 9 de mayo nos dejó una lección indeleble: que juntos, podemos lograr un futuro mejor para todos.