Por Pepe Mel
Hace unos días, me encontré con un viejo amigo que no veía desde hacía años. Charlamos un rato y me contó que se había dedicado al fútbol y que ahora era entrenador. Me alegré mucho por él y le pregunté cómo le iba. Me dijo que bien, que había entrenado a varios equipos y que había tenido algunos éxitos. Luego me preguntó por mí y le conté que yo también había seguido vinculado al fútbol, aunque desde otro ámbito.
Me dijo que le había echado de menos en el fútbol y que le gustaría que volviera. Le dije que lo había pensado, pero que no estaba seguro de si era lo que quería. Me dijo que lo pensara y que si decidía volver, él estaría encantado de ayudarme.
Me quedé pensando en lo que me había dicho. Siempre me había gustado el fútbol y lo había echado de menos desde que lo dejé. Pero también sabía que era un mundo muy competitivo y que no era fácil volver. Sin embargo, las palabras de mi amigo me habían animado y me habían hecho pensar que quizás todavía podía tener una oportunidad.
Al final, decidí seguir su consejo y volver al fútbol. Me puse en contacto con algunos viejos conocidos y empecé a buscar trabajo. No tardé en encontrar un equipo que me interesaba y que me ofreció un contrato. Acepté y me puse manos a la obra.
Estoy muy contento de haber vuelto al fútbol. Es un mundo que me apasiona y en el que me siento muy a gusto. Estoy aprendiendo mucho y estoy seguro de que puedo aportar mucho a mi equipo. Gracias a mi amigo por animarme a volver. Sin él, no habría dado este paso y me habría perdido una gran oportunidad.